Two English Poems
Hace ya tiempo, en alguna biblioteca, leía una compilación de poesía; nada que menos que “EL SURCO Y LA BRASA”, compilación hecha por Marco Antonio Montes de OCA, con traducciones mexicanas que parten desde el mismísimo Alfonso Reyes hasta Montemayor, libro clásico y fundamental para la traducción y aún la para la poesía Mexicana -según dicen-.
Sin embargo yo leía con desgano y vadeando por encima los poemas que iba encontrando, era de esos días pesados donde uno pasa los ojos por las páginas como si fueran un plumero y parece que las letras caen y regresan a su lugar, todo se empeñaba en hacer un alboroto de palabras.
Estaba cansado de la lectura me quejaba a cada rato de la compilación. Pero llego un momento en que me encontré con un poema que me despertó, que digo me despertó, me golpeó, me dio una cubetada de agua fría, de mar helado.
Leí el poema tantas veces hasta que me ardieron lo ojos, pedí el libro a préstamo a domicilio para tener ese poema junto a mi como si fuera un “ilustre juguete” nuevo.
Me parecía extraño porque el autor nunca se me ha hecho particularmente capaz de generar una emoción tan contundente, sino que el proceso de su lectura es más intelectual, según yo, no abordo más porque estoy seguro que ya hay muchísimos barbones y críticos que han hablado de esto hasta el hartazgo.
Busque el poema en su versión original -inglés- y lo miraba como si fuera una ranita en una mesa de disección, me aventure a traducirlo por el cariño que le tenía.
El poema de que hablo es Two English Poems de Jorge Luis Borges y aquí les dejo las dos versiones.
Two English Poems
To Beatriz Biblioni Webster de Bullrich
I
The useless dawn finds me in a deserted street-
corner; I have outlived the night.
Nights are proud waves; darkblue topheavy waves
laden with all the hues of deep spoil, laden with
things unlikely and desirable.
Nights have a habit of mysterious gifts and refusals,
of things half given away, half withheld,
of joys with a dark hemisphere. Nights act
that way, I tell you.
The surge, that night, left me the customary shreds
and odd ends: some hated friends to chat
with, music for dreams, and the smoking of
bitter ashes. The things my hungry heart
has no use for.
The big wave brought you.
Words, any words, your laughter; and you so lazily
and incessantly beautiful. We talked and you
have forgotten the words.
The shattering dawn finds me in a deserted street
of my city.
Your profile turned away, the sounds that go to
make your name, the lilt of your laughter:
these are the illustrious toys you have left me.
I turn them over in the dawn, I lose them, I find
them; I tell them to the few stray dogs and
to the few stray stars of the dawn.
Your dark rich life …
I must get at you, somehow; I put away those
illustrious toys you have left me, I want your
hidden look, your real smile — that lonely,
mocking smile your cool mirror knows.
II
What can I hold you with?
I offer you lean streets, desperate sunsets, the
moon of the jagged suburbs.
I offer you the bitterness of a man who has looked
long and long at the lonely moon.
I offer you my ancestors, my dead men, the ghosts
that living men have honoured in bronze:
my father’s father killed in the frontier of
Buenos Aires, two bullets through his lungs,
bearded and dead, wrapped by his soldiers in
the hide of a cow; my mother’s grandfather
–just twentyfour– heading a charge of
three hundred men in Peru, now ghosts on
vanished horses.
I offer you whatever insight my books may hold,
whatever manliness or humour my life.
I offer you the loyalty of a man who has never
been loyal.
I offer you that kernel of myself that I have saved,
somehow –the central heart that deals not
in words, traffics not with dreams, and is
untouched by time, by joy, by adversities.
I offer you the memory of a yellow rose seen at
sunset, years before you were born.
I offer you explanations of yourself, theories about
yourself, authentic and surprising news of
yourself.
I can give you my loneliness, my darkness, the
hunger of my heart; I am trying to bribe you
with uncertainty, with danger, with defeat.
– Jorge Luis Borges (1934)
DOS POEMAS INGLESES
a Beatriz Biblioni Webster de Bullrich
I
El alba inútil me encuentra en una esquina desierta;
he sobrevivido la noche
Las noches son olas orgullosas: olas de oscuro azul y pesada cresta, colmadas con los
tintes de íntimos despojos, colmadas de cosas improbables y deseables.
Las noches tienen una costumbre de dones misteriosos y rechazos, de cosas dadas a
medias, a medias retenidas, de alegrías con un sombrío hemisferio. Así actúan las noches. Te lo digo.
El oleaje, esa noche, me dejo los extraños jirones de siempre: algunos odiados amigos
con quien charlar, música para los sueños y el humo de amargas cenizas. Las cosas que a mi hambriento corazón no le sirven.
La gran ola te trajo.
Palabras, algunas palabras, tu risa; y tú, tan distraída e incesantemente hermosa.
Hablamos y has olvidado las palabras.
El alba quebrada me encontró en una calle desierta de mi ciudad.
Tu contorno se alejó, los sonidos que harán tu nombre, el eco de tu risa: son los ilustres
juguetes que me dejaste.
Los revuelvo en el alba, los pierdo, los encuentro; hablo de ellos a los pocos perros
extraviados y a las pocas estrellas desamparadas del alba.
Tu oscura fértil vida.
Debo entrar a ti, de algún modo: aparto los ilustres juguetes que me dejaste, quiero tu
mirada oculta, tu verdadera sonrisa –la solitaria irónica sonrisa que tu frío espejo conoce.
II
¿Con que puedo estrecharte?
Te ofrezco esbeltas calles, ocasos desesperados, la luna de los suburbios harapientos.
Te ofrezco la amargura de un hombre que ha mirado largamente la luna solitaria.
Te ofrezco mis ancestros, mis muertos, las fantasmas que los vivos honraron en mármol:
el padre de mi padre muerto en la frontera de Buenos Aires, dos balas atravesaron sus pulmones, barbado y muerto,
[envuelto por los soldados en un cuero de vaca, el abuelo de mi madre –apenas 24- encabezando una carga de trescientos hombres en Perú,
[ahora fantasmas en caballos desvanecidos.
Te ofrezco cualquier comprensión que mis libros puedan contener. Cualquier valor o
ingenio de mi vida.
Te ofrezco la lealtad de un hombre que nunca ha sido leal.
Te ofrezco el centro de mi mismo que salvé de algún modo –el corazón central que no
trata en palabras, no trafica con sueños y esta intocado por el tiempo, por el gozo, por las adversidades.
Te ofrezco la memoria de una rosa amarilla, vista al ocaso. Años antes de que nacieras.
Te ofrezco explicaciones de ti misma, teorías acerca de ti, autenticas y sorprendentes
Noticias de ti misma.
Te puedo dar mi soledad, mi oscuridad, el hambre de mi corazón; estoy tratando de
sobornarte con incertidumbre, con peligro, con la derrota.
JORGE LUIS BORGES (1934)
Trad. Luis Javier Mondragón
te puedo dar mi soledad, mi oscuridad, el hambre de mi corazon; estoy tratando de sobornarte con incertidumbre, con peligro, con la derrota……………………..
internet es una maravilla….gracias por esos comentarios….. gracias…….
Señor Mondragon…. no se imagina que vivencia despierta en mi Borges…….
Compartimos el gusto… un abrazo.